

EDITORIAL
LA PROFECÍA
En 1984, Allan Castelnuovo, uno de mis maestros y analistas, psiquiatra y psicoanalista argentino, decía que en un futuro inmediato, gracias a ciertos programas de computación que se usaban entonces, sería posible instruir a un ordenador para que el aparato “escriba” textos aparentemente psicoanalíticos que parezcan escritos por Jacques Lacan. Formado en la escuela argentina de los años 60, discípulo de “los tres rusitos” como él llamaba a sus maestros Bleger, Liberman y Grinberg, Castelnuovo era crítico con Lacan, cuestionando su estilo, sus juegos de palabras y sus escritos que –según mi analista- parecían meras variaciones de unas pocas proposiciones básicas. Además, Castelnuovo aludía a la ruptura de Lacan con la IPA, de la que mi maestro era orgulloso miembro.
Cuarenta años después, la “profecía” de Castelnuovo se ha realizado. Gracias a la Inteligencia Artificial IA y al ChatGPT, hoy es posible “escribir” textos que parecen lacanianos dando unas pocas instrucciones al sistema. Los profesores de las carreras y las maestrías en Psicología Clínica en las universidades de muchos países lo estamos verificando. Además, el fenómeno pone en duda la autenticidad de muchos escritos supuestamente psicoanalíticos que inundan las redes sociales desde la pandemia del 2020. Pero no solamente se puede “escribir” así “artículos lacanianos”, sino también “freudianos, kleinianos, winicottianos, kohutianos…”, o textos aparentemente científicos sobre física cuántica y otras disciplinas “duras”, y no se diga sobre las llamadas ciencias sociales.
El cumplimiento de la predicción de Castelnuovo interroga la calidad y el sentido de la producción editorial de las asociaciones psicoanalíticas aquí y en otros lares ¿En qué medida esa sobresaturación de textos dan cuenta de lo que hacemos en la clínica, y de los beneficios que nuestra práctica aporta a nuestros supuestos analizantes? Porque somos muy buenos para teorizar y eruditos para citar, pero el número de escritos que den cuenta de los llamados casos clínicos, su evolución y eventual “curación” o como se llame, es muy reducido frente a los textos “teóricos”. Es decir, nadie nos gana en eso de “teorizar”, pero… ¿qué tan buenos somos para “curar”? Supongo que es más difícil inventar “un caso clínico verosímil” con el Chat GPT, que un escrito supuestamente conceptual.
Desde Popper, las epistemologías neopositivistas le han negado el estatuto de “ciencia” al psicoanálisis… y tienen razón. El psicoanálisis no es una ciencia sino una práctica clínica original, para la cual Sigmund Freud auguraba una verificación futura gracias a la biología, y a la que Jacques Lacan intentó dar un fundamento científico mediante la lingüística y las matemáticas. Freud dio testimonio de su valor terapéutico exponiéndose y exponiendo sus casos clínicos. Lacan prefirió comentar los casos clínicos de otros antes que presentar los propios, y sus discípulos justificaron de diferentes maneras esta abstención del maestro. Al menos en eso, no estamos obligados a seguir el ejemplo de Lacan. Si el psicoanálisis no se ajusta a los criterios de verificación que usan las ciencias duras y las prácticas médicas y farmacológicas, tenemos la obligación ética de dar cuenta de nuestro trabajo clínico poniéndolo a prueba ante el Otro.
Iván Sandoval Carrión
Quito, octubre 2025
Agenda 2025










